jueves, 22 de enero de 2015

La nieve de un atardecer por la ribera del Río Pisuerga (Había mono de nieve)



La nieve de un atardecer  

(Había mono de nieve)

Montaña Palentina

(Siempre que regresas a la naturaleza encuentras algo diferente e interesante por pequeño que sea)


El otro blog de Teo
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“Sensaciones en la cima”

22 de enero de 2015

La nieve de un atardecer  

(Había mono de nieve)

A través de la ventana veo nevar. Ya es el atardecer, pero  un impulso interior me empuja, es el mono que llevo dentro.
Preparo botas, chaqueta para la nieve, guantes acolchados, los bastones. No voy al bosque, ni a la montaña. Tomo el camino de la margen derecha del Pisuerga y  voy por la vereda del río, nieva y nieva.
Pisas la nieve recién caída, no hay dificultad para caminar, vuelves la vista hacia atrás, sólo tus huellas. Es un atardecer, es la mar de la tranquilidad, no hay tempestades, ni ventiscas, ni tormentas.  Los copos caen  lentos, muy lentos, no hay violencia. Si se quiere no hay que ir lejos para disfrutar de la naturaleza.
Soy libre, camino con mis bastones, fotografío el paisaje nevado, el agua del río, las salgueras blancas, los blancos pinos, los olmos, fresnos y chopos.
Por la ribera ya hay caminantes con las mismas inquietudes, nos cruzamos, nos saludamos. Paso un pequeño puente de madera. Al fondo, una mole enorme de cemento, es la presa del pantano de Aguilar.
Ha pasado hora y media y seguimos caminando. Quiere anochecer y un resplandor de fuego allá entre los árboles. 
Voy por la vereda derecha del Río Pisuerga.




Dedicada a nuestros amigos los montañeros y en especial a mi amigo Alberto que se operó de la cadera igual que yo (yo hace dos meses) y disfruta de la montaña como cualquier montañero. Eres un buen ejemplo y espero en un futuro próximo seguir tus pasos.



el agua del río, las salgueras blancas, los blancos pinos, los olmos, fresnos y chopos.





 pasamos un pequeño puente de madera.



los blancos pinos


Puente de madera, poco antes de llegar a la presa del pantano de Aguilar.



Sale el agua con fuerza de la presa



Quiere anochecer



Preparo botas, chaqueta para la nieve, guantes acolchados, los bastones. 


Quiere anochecer y un resplandor de fuego allá entre los árboles. 


domingo, 18 de enero de 2015

ALTO EL PANDO NEVADO -MONTAÑA PALENTINA-2013-02-20 


(Montaña Palentina)

(El silencio de la montaña roto por el silbido del viento)

“Sensaciones en la cima”

17-02-13

-          Ruta sencilla y sin dificultad. La nieve y los elementos atmosféricos la hacen un poco más dura.
-          Partimos desde Cervera y llegamos al pueblo de Vidrieros, -no vemos el Curavacas- alcanzamos una pista desde el alto de la ermita dejando a la izquierda el Monte de las Huelgas y el Collado del Hospital llegando al chozo del Pando y ascendemos hasta la cima.
-          10 km -4 horas-

Diez montañeros: Manolo, Fonso, Maripaz, Luismi, Marisa, Alberto, Joserra, Minerva, German y Teo
CLUB DE PESCA Y MONTAÑA RIVERA-PISUERGA-CERVERA DE PISUERGA-

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 Estamos en lo más alto, respiramos profundamente y sentimos el aire frío que nos obliga a ponernos más ropa. Contemplamos y apreciamos la tranquilidad  y belleza de este lugar paradisiaco de nuestra cordillera cantábrica. Un desierto blanco, cumbres nevadas e irregulares, valles; en el horizonte, intensos azules entre la montaña y las nubes. Experimentamos el silencio de la montaña roto por el silbido del viento.

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ALTO EL PANDO NEVADO.
(Montaña Palentina)

(El silencio de la montaña roto por el silbido del viento)


         Partimos del pueblo de Vidrieros y tomamos el camino de la ermita; la hemos sobrepasado, una mirada retrospectiva y nos   llama gratamente la atención  sus tejados nevados, las  diferentes alturas, la sacristía, la cubierta principal, la torre con su campanario, esas irregularidades que dan armonía a este pequeño templo. Seguimos ascendiendo, una mirada hacia la derecha, al fondo aparece la inmensidad del valle de Pineda con el serpenteo de vueltas y revueltas del río Carrión. Caminamos en hilera y raqueteamos por la pista de un bosque de robles y abedules. Los abedules de piel fina, desnudos. Los robles con hojas secas, arrugadas, encogidas, magulladas por las severidades del clima y del tiempo trascurrido. Son hojas secas que se resisten a caer y se agarran como lapas a la rama, no quieren perder el privilegio de las alturas, no quieren ser destronadas por los retoños de la primavera. Seguimos avanzando, nos paramos, observamos a un abedul con su corteza despedazada, hay una profunda huella, posiblemente desgarrada con crueldad por los manotazos de un oso enfurecido que perseguía con violencia a su presa.
Oscuras nubes impiden pasar los rayos del sol, y en el camino alguien se ha entretenido haciendo un simpático muñeco de nieve. En lo alto, un pequeño árbol que está sólo, es zarandeado y redoblado por el viento.
Paramos en el chozo del Pando, charlamos. Ascendemos por una pendiente  que no es muy pronunciada, es campo abierto, y conforme avanzamos, el firme de la nieve se va endureciendo, pero alcanzamos la cima sin necesidad de colocarnos los crampones. Estamos en lo más alto, respiramos profundamente y sentimos el aire frío que nos obliga a ponernos más ropa.
Contemplamos y apreciamos la tranquilidad  y belleza de este lugar paradisiaco de nuestra cordillera cantábrica. Un desierto blanco, cumbres nevadas e irregulares, valles; en el horizonte, intensos azules entre la montaña y las nubes. Experimentamos el silencio de la montaña roto por el silbido del viento.
Retomamos el camino, descendemos complacidos de la montaña, del grandioso valle de Pineda, del atractivo embalse de Camporredondo.
La ermita, el bar de Vidrieros.



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tomamos el camino de la ermita; la hemos sobrepasado, una mirada retrospectiva y nos   llama gratamente la atención sus tejados nevados, las  diferentes alturas, la sacristía, la cubierta principal, la torre con su campanario, esas irregularidades que dan armonía a este pequeño templo


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 Pasamos entre los abedules

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Seguimos avanzando, nos paramos, observamos a un abedul con su corteza despedazada, posiblemente desgarrada con crueldad por los manotazos de un oso enfurecido que perseguía con violencia a su presa- El oso dió tan fuerte que puso los árboles raíz arriba- 

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Seguimos ascendiendo, una mirada hacia la derecha, al fondo aparece la inmensidad del valle de Pineda con el serpenteo de vueltas y revueltas del río Carrión.

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En principio es un ascenso suave y de nieve blanda.

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Descenso, al fondo embalse de Camporredondo

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Que chicos y chicas tan majos, vamos a verles por la parte derecha

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 Y los chicos posan por la derecha

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y conforme avanzamos, el firme de la nieve se va endureciendo, pero alcanzamos la cima sin necesidad de colocarnos los crampones.

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Paramos en el chozo del Pando, charlamos. Ascendemos por una pendiente  que no es muy pronunciada, es campo abierto


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 El ascenso es ameno y se charla sobre todo lo que a uno se le ocurre

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 Estos chicos son semiprofesionales, el día anterior Fonso subió al Curavacas. Son palabras mayores.

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Seguimos ascendiendo

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 Allí arriba estaba Fonso en medio del desierto blanco.

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 Y aquellos que vemos pequeñitos son Manolo y Alberto

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Estamos en lo más alto, respiramos profundamente y sentimos el aire frío que nos obliga a ponernos más ropa. Contemplamos y apreciamos la tranquilidad  y belleza  

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 Que tranquilos despues de alcanzar la máxima altura

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Manolo regresa, Alberto sigue contemplando la inmensidad.

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 Un descenso relajado

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Foto de Fonso


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Foto de Fonso